miércoles, 30 de julio de 2008

Aikía

Mi nombre es Aikía y soy de la gente del jaguar.

Dijo ella antes de saltar sobre el cuerpo desnudo del hombre que hasta la noche anterior a la luna nueva había amado con pasión animal. Mientras se desplazaba en el aire, él pudo ver cómo la hermosa cabellera negra de quien creía su esposa daba paso a una salvaje cabeza felina, su dorada piel se convertía en lustroso pelaje anaranjado y los exóticos tatuajes de su vientre y su espalda se esparcían a lo largo de unos brazos y piernas ahora de gato de monte.

La mujer jaguar aterrizó sobre su amante emitiendo un rugido, bajo, poderoso y profundo, que inmovilizó toda voluntad de lucha. Sólo los ojos ambarinos quedaban de Silvana, el nombre que ocultaba la verdadera naturaleza de Aikía. Fueron esos ojos, esa mirada que él conocía tan bien, lo último que vio antes de sentir unas fauces aprisionando su cuello. Transcurrió un instante eterno mientras el jaguar, sometido a su instinto de fiera, se aseguraba de no perder a su presa y el hombre se debatía entre el temor a morir y el insólito placer que aquella presión le propiciaba. Pero no fue más que un instante.

Aikía mordió firmemente hasta que dejó de escuchar el latido del corazón que la había traicionado.